Hoy he tenido la extraña sensación de que todo el mundo me miraba. Quizás era un día normal, como cualquier otro pero con la diferencia de que hoy estaba atenta a todas las miradas, a todos los movimientos y no me aislaba en mi mundo.
Cuando quise darme cuenta vi que todos vestíamos con ropas tristes como el gris o el negro y que sólo una mujer en todo el vagón llevaba unos zapatos rojos.
Las miradas estaban perdidas y otras eran curiosas o analizaban a los demás con desprecio o superioridad. Pero al ver esos zapatos me di cuenta de la suciedad, de la melancolía de la vida, y de la rutina.
La rutina que sólo consigue que mueras cada día más, pues una vez que empiezas con la rutina no tiene sentido existir.